Pinturas de Hermenegildo Anglada-Camarasa, pintor modernista español (1871 Barcelona – 1959 Pollensa)
En este banco del frondoso y solitario jardín, es grato y reconfortante dejarse caer, llevarse, y aunque metálico y frío, parece cálido y cómodo al menos en estos preciosos momentos en los que, abandonada y en calma, cubres tus hombros desnudos con ese chal de seda con pájaros orientales.
Doblada la pierna derecha, lo recoges bajo el talle a modo de improvisado cojín.
Inclinas la cabeza y el largo pelo lacio en cascada cae hacia atrás, sus puntas desiguales se ondean y ondulan como una cortinilla cosquilleante a la mitad de tu espalda.
Arriba, la luna está prendida en el cielo. Es tan brillante y blanquecina que semeja una inmensa moneda de plata.
Iluminada y enardecida la noche, abre la puerta de las inquietudes y nostalgias, donde nuestras fiebres triunfan sobre nuestros espantos.
Nos gusta divagar y caminar en esa dualidad de luz y sombra que enciende la noche como una antorcha brillante, brillante, mineral y cósmica.
Y que apagará la llegada del día con la plena claridad del alba.
Eso me cuentas ahora reclinada en ese asiento mientras que la nocturnidad te hace parecer más bella, sensual y confidente.
También, porque atrevida, te has puesto el vestido de azabaches de tu madre que deja al descubierto tus pálidos y aterciopelados hombros.
Ahora, cuando todo duerme, mis labios bien sabidos quieren decirte que te estimo, que te estimo en esta noche cuando miro a la luna lúcida como ese mar redondo donde los peces rojos van y vienen sin música de vísperas, de noche en poniente, en madrugada… te estimo.
Mayo, 2019
Rosa María Blanco
Es muy hermoso Rosa y muy mágico, propio para una noche de San Juan… muchas gracias por compartirlo.
Precioso!
Sorprendente Rosa, intimista interpretación y descripción de esa bella pintura.
¡Bonito poema!