-Otro domingo que se presenta aburrido -se dijo Rufino bostezando nada más levantarse de la cama y mirado por el balcón – el caso es que hace un excelente día, que sol tan brillante, invita a pasear y a estar al aire libre. Anda, pues mira que buena idea se me acaba de ocurrir, me puedo ir a pasar el día al Zoo, creo que a las afueras de la ciudad en un pueblo cercano hay uno estupendo.
Miró en su tablet y, efectivamente, encontró una información: Safari Park “Las Hoces del Prado” animales en semi libertad.
-Vamos allá -se dijo- me prepararé unos bocatas, un par de “birritas” y a disfrutar de los animales y del precioso día.
Con su GPS en marcha se dispuso a ir en busca del supuesto Zoo. Sacó su entrada y en la taquilla le advirtieron.
-Ya sabe que se entra con el coche y que no debe bajarse para nada y cuidado con los monos.
Empezó el paseo y pronto los monos hicieron su aparición. Rufino no sabía de donde salieron, pero eran varios. Dos de ellos se subieron encima del coche, otro en el capó y uno pequeñito se colgó del espejo. Parecía que lo miraban con burla, empezaron a sacar los cristales de las luces que cayeron al suelo haciéndose añicos, otros dos se pusieron delante del coche y no podía seguir.
-¡Ay! San Rufino que me rompen mí ya desvencijado coche, que no puedo hacer nada pues me han dicho que no me baje del vehículo y…¿cómo los espanto para que se quiten del camino?. Por fin consiguió seguir.
-¡Uf qué nervios!, qué calor, abriré las ventanas. Ah mira, ahí están los camellos, sueltos, en libertad. Ay que este mete la cabeza por la ventana y se me ha cogido los bocatas y se los come con bolsa y todo, ¡qué bestias! Iré por el camino de la derecha, a lo lejos veo los elefantes, ¡madre mía que grandes son! Impresiona verlos tan de cerca y mira no tienen miedo, se me están acercando. Bueno, le tocaré la trompa a éste que parece el más atrevido. Vaya, me podía haber traído algo para darles.
-Hola, hola grandullón que trompa tan áspera tienes, ¡Ay pero que haces!
Pues no me ha dado una patada, mira cómo me ha abollado el coche, en fin seguiré camino, por allí veo a las jirafas y los leones, anda ahora que me acuerdo llevo una bolsa de frutos secos, le daré a las jirafas, vamos bonitas bajar un poco la testuz, venga tomar, nada que no se dignan mirarme, ¡eh que estoy aquí abajo!, bueno, me bajaré, aquí no hay peligro los leones están lejos y tampoco veo a ningún vigilante, me acercaré. -Toma bonita, toma.
De pronto vio venir a un león a toda velocidad.
– ¡ Ay que no me da tiempo a meterme en el coche, ay que se ha puesto delante de la puerta, ay que me devora, ay que me orino, ay que también lo otro, ay que me cago vivo, ay que temblequeo me está entrando, por favor leoncito vete con tus amiguitos, déjame meterme en el coche, ay como bosteza, ay cuantos dientes y que afilados…¡socorro, socorro!.
Enseguida vio un coche de vigilancia que venía a toda velocidad.
-¡Pero que hace insensato!, ¿no le han dicho que no se puede salir del coche?, vamos vaya hacia su derecha nosotros entretendremos al animal y en cuanto se suba vaya hacia las oficinas que se la ha caído el pelo.
-Si, si, lo que ustedes digan.
-Ay Dios qué me va a pasar seguro que me ponen una multa. Ya llego a las oficinas.
-Señores agentes perdonen, no sé cómo se me ocurrió salir del coche, muy agradecido por ir a salvarme.
-Si buen hombre, en la entrada le advirtieron que no se podía salir, son 500 euros de multa por insensato.
-Adiós mi sueldo del mes, bueno ¿ya me puedo ir?
Si, si aquí ya no hace nada vaya enseguida a pagarla que le harán un descuento.
Rufino salió tan nervioso del recinto que casi no podía conducir.
-Ay, necesito un trago con urgencia, en el primer bar que encuentre me pararé a tomar una caña. La bebió de un trago.
-Otra por favor otra, y otra más.
-Me voy corriendo a casa a ver si me tranquilizo. Se incorporó a la autovía.
-Vaya encima atasco, qué lata siempre está todo colapsado.
A lo lejos divisó luces azules y policías, uno de ellos iba informando.
-A ver señores ha habido un choque en cadena, hay muchos coches involucrados y por lo que veo usted señor también ha sido afectado lleva el coche abollado.
-No, no yo no, es que me dio una patada un elefante.
-Pero ¿qué pasa me está tomando el pelo, se cree que está en África?, vamos la prueba del alcohol, sople, sople fuerte, lo que me temía, da tres veces más de lo que está permitido. Rápido, a la comisaría.
-Ay Dios, pero si yo habitualmente nunca bebo, hoy ha sido una excepción.
-Venga no se busque excusas que ya conocemos a los bebedores -dijo el agente en la comisaría.
Al pobre Rufino no se le pasaban los nervios, ya no podía más, como de costumbre llamó a su jefe.
-Don Anselmo por favor venga a buscarme y tráigame unos comprimidos de “tranquilina” que ya no puedo más. Los agentes no se creen que me ha dado una patada un elefante ni que un león estuvo a punto de devorarme.
Los agentes se miraron unos a otros con gesto de comprensión, uno de ellos comentó:
-Ay que ver lo que hace el alcohol.
De camino a la oficina Don Anselmo que echaba chispas le dijo a Rufino:
-¡Pero, cómo se le ocurre decir que le dio una patada un elefante ni que un león se lo quiso comer, está más tonto de lo que yo creía!.
-Bueno Don Anselmo, yo di por hecho que todo el mundo sabía que aquí cerca había un Zoo.
-Ya veo que usted no tiene remedio.
Mayo, 2016
Geli O.F.
Un episodio más de Rufino, ese personaje entrañable que hace nuestras delicias cuando nos relata sus vicisitudes.
Rufino es genial, ya es casi como de la familia… Enhorabuena a su autora!