Romance, de Rafael de León

(Lo traigo al rincón dedicado a mi padre porque lo admiraba y se inspiraba en él cuando escribía sus poemas)

Yo me acerqué hasta tu vera con miedo, ¿por qué negarlo?
En las sienes me latían cincuenta y dos desengaños;
gris de paisaje en los ojos, risas sin sol en los labios,
y el corazón jadeante como un pájaro cansado.

Yo me acerqué hasta tu vera con miedo, ¿por qué negarlo?
Te reventaba en la boca un clavel de veinte años
y en la mejilla un suave melocotón sonrosado.

Cuando dijiste: «Te quiero» fue tu voz igual que un caño
de agua fresca en una tarde calurosa de verano.

Se me echó encima el cariño lo mismo que un toro bravo
y quedé sobre la arena muerto de amor y sangrando
por cuatro besos lentísimos que me brindaron tus labios.

De la sien a la cintura, de la garganta al costado.
¡Qué boda sin requilorios sobre la hierba del campo!
¡Qué marcha nupcial cantaba el viento sobre los álamos!
¡Qué luna grande y redonda iluminó nuestro abrazo,
y qué olor el de tu cuerpo a trigo recién cortado!

El pueblo, a las dos semanas hizo lengua en los colmados,
en las barandas del río, en la azotea, en los patios,
en las mesas del casino y en los surcos del arado:
«Un hombre que peina canas y que le dobla los años».

Es cierto que peino canas pero en cambio, cuando abrazo
soy lo mismo que un olivo, igual que un ciprés sonámbulo,
Cristobalón de aguas puras que atraviesa el río a nado
si ve en la orilla unos ojos o una boca hecha de nardos,
para cortarle el suspiro con el calor de mis labios.

Que me escupan en la frente, que me pregonen en bandos,
que vayan diciendo y digan. Tú conmigo; yo a tu lado
respirando de tu aliento, yendo al compás de tus pasos,
refrescándome las sienes en la palma de tu mano.

Centinela de tus sueños, hombro para tu descanso,
Cirineo de tus penas y San Juan de tu calvario
para quererte y tenerte en la noche de mis brazos.

¡Qué importa que haya cumplido cincuenta y pico de años!
¿En qué código de amores, en qué partida de cargos,
hay leyes que determinen la edad del enamorado?

En cariños no hay fronteras, ni senderos, ni vallados,
que el cariño es como un monte con un letrero en lo alto
que dice sólo: «Te quiero»…
Y colorín colorado.

Rafael de León y Arias de Saavedra  ( Sevilla 1908 – Madrid 1982)
Poeta español de la Generación del 27 y letrista de las coplas populares españolas más célebres,
formando parte del trío Quintero, León y Quiroga.

                         

Las ilustraciones son obra de la pintora contemporánea radicada en Canadá Ruslana Levandovska.

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