¡Qué cansancio!…, de Señora Gandhi

¡Qué cansancio!… cuando oigo discutir acaloradamente a dos personas sin llevar razón, intentando imponer cada uno su criterio elevando la voz.

¡Qué cansancio!… ver como con gritos y espavientos quieren que prevalezca su acertado o equivocado punto de vista, llegando a ofender si no lo consiguen, creo que ese es el mejor camino para llegar a ninguna parte. Así se entra en un bucle absurdo donde lideran los extremistas irrazonables que no pueden admitir consideración alguna que contraríe su opinión.

Tenemos que saber defender y expresar nuestras ideas con el mayor respeto. Para ello, debemos mirar a las personas a los ojos para dar muestra de nuestra seguridad, aunque siempre desde una distancia prudencial. Si lo hacemos desde muy cerca parecería que adoptamos una actitud amenazante

Debemos dejar hablar a nuestro interlocutor, no interrumpirle. Y, después, con la mayor tranquilidad una vez que haya terminado, contestarle con fundamentados argumentos sin utilizar nunca palabras agresivas.

También, conviene que sepamos expresar nuestros sentimientos para sentirnos menos enfadados y, de alguna manera, quedarnos liberados, especificando con evidencias razonables las cosas que nos gustaría que cambiaran. La sinceridad es muy importante, pero dentro de un orden.

El otro día oí que hablaban en la radio de la “autocensura responsable” un término que, aunque parezca muy técnico, es fácil de explicar y comprender. ¿Quién no se ha callado alguna vez lo que piensa del otro para no poner en peligro una relación, arruinar una reunión familiar, o meter la pata hasta el corvejón?, – cómo coloquialmente se suele decir -. No siempre podemos decir lo que pensamos, la prudencia es indispensable para convivir en armonía. Todo esto es, ni más ni menos, lo que toda la vida se ha venido llamando buena educación.

No debemos acumular resentimientos que sólo nos llevarían a sufrir un enojoso berrinche o, a irrumpir en una situación que se podría tornar en insostenible. Hay que expresar lo que sentimos en el momento más oportuno, sin tragarnos descontentos, ya que sí no lo hacemos así el muro será cada vez más grande y superarlo, cada vez nos resultará más difícil o, incluso, imposible. Eso es lo que normalmente llamamos “tacto” y, en un sentido más amplio de la palabra, “diplomacia”. Pero, como dice el refrán: “más vale una vez rojo que ciento amarillos”, qué la situación no se nos escape de las manos si tenemos que intervenir.

En resumen, hay que aprender a argumentar sin ofender.

A mí los gritos me bloquean, no puedo con ellos. Me producen un gran cansancio, un cansancio superlativo, de aquí la importancia de evitar siempre perder al control.

Debemos frenar las infamias, las burlas, la agresividad y las ofensas, que jamás van a favorecer la comunicación ni el buen entendimiento. Un interlocutor a la defensiva entra en batalla y se convierte en nuestro enemigo. Sus palabras se transforman en armas que pueden herirnos en lo más profundo y dolernos más que una bofetada, porque luego no será fácil olvidarlas y siempre estarán ahí de cara a perturbar una posterior reconciliación.

En fin, hay que saber buscar soluciones y respuestas correctas a nuestras preguntas y problemas. Lo mejor es aprender a tomar la iniciativa y, con irreprochable habilidad, saber pactar entre los interlocutores una llegada a buen puerto.

A comunicarnos que son dos días…

Eso es lo que nos permite a los humanos relacionarnos y es el fundamento básico para poder vivir en armonía, incluso, teniendo cada uno diferentes formas de pensar que no harán más que enseñarnos y enriquecernos… Y, no olvidar nunca que es básico guardar respeto, respeto y más respeto.

30 noviembre, 2018
Señora Gandhi

2 comentarios en «¡Qué cansancio!…, de Señora Gandhi»

  1. Sabios consejos para andar por la vida. Calma, escuchar y responder. Si el interlocutor no escucha y sigue gritando, aconsejarle que se de unos cuantos cabezazos contra la pared y dejarlo con el grito en la boca.

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