Este suceso nunca ha dejado a nadie indiferente, todos sentimos una extraña fascinación por la historia de este extraordinario transatlántico británico que desafiaba todas las fuerzas de la naturaleza. Era el barco más grande del mundo y protagonizó uno de los mayores naufragios conocidos hasta la fecha. El coloso insumergible nos enseñó una lección de humildad frente a la soberbia humana.
En su época el Titanic representaba el culmen del progreso y el fausto más desmedido. Disponía, para los pasajeros de primera clase, de amplios y cómodos camarotes exquisitamente decorados, restaurantes de lujo, biblioteca, gimnasio y piscina.
En el viajaban también, en tercera clase, un gran número de emigrantes británicos, irlandeses y escandinavos que iban en busca del sueño americano.
El Titanic zarpó el 10 de abril de 1912 del puerto de Southampton, comenzando así su viaje inaugural. Recalaría en Francia e Irlanda y luego pondría rumbo al Atlántico norte camino de Nueva York, donde le recibiría la estatua de la Libertad.
El viaje, hasta el fatídico momento del trágico acontecimiento, estaba siendo un sueño de esplendor, pompa y ostentación. El transatlántico gozaba de todos los lujos que cualquier viajero hubiera podido desear. El trato y la atención por parte de la tripulación, que estaba especialmente preparada, eran esmerados y la comida exquisita para deleite de todos. Las diversiones y entretenimientos eran extraordinarios y originales. Y, también, contaba con una eficaz estación de telegrafía a disposición de los pasajeros y la tripulación.
El capitán del Titanic era Edward Smith, de magnífica reputación y 43 años de experiencia en navegación marina. En concreto, llevaba 32 años prestando sus servicios en la compañía White Star Line, a la que pertenecía este gigante del mar. Iba a ser su último viaje antes de jubilarse, un broche de oro a su brillante carrera, ya que a partir de ahora deseaba pasar más tiempo con su familia.
Las últimas palabras que pronunció el Capitán Smith fueron: «Bueno chicos, ya han cumplido con su deber y lo han hecho bien. No les exijo más, los libero. Ya conocen la regla del mar. Cada hombre está solo ahora y Dios les bendiga». Él, dicen que se quedó encerrado en el barco, hundiéndose con él, aferrado al timón.
La prensa de aquellos tiempos relataba una extraña historia que pasó a formar parte de la leyenda negra del Titanic. Se dijo que el barco transportaba una momia egipcia. Se trataba de una princesa-sacerdotisa que vivió en tiempos de Akenaton, 5.000 años a.C. Al parecer, llevaba en la cabeza un amuleto con la siguiente inscripción: “Despierta de tu postración y el rayo de tus ojos aniquilará a todos aquellos que quieran adueñarse de ti”.
La momia permaneció oculta muchos siglos, hasta qué en 1890, cuatro adinerados jóvenes ingleses visitaron unas excavaciones y encontraron su sarcófago. Después de diversos hechos terribles y extraordinarios, ocurridos a quienes la poseían, acabó en la sala egipcia del Museo Británico. Los vigilantes empezaron a oír gritos, golpes, arañazos y sollozos que venían del interior del ataúd. Los objetos, amanecían cambiados de sitio. Uno de los vigilantes nocturnos murió, por lo que otros tantos dejaron el trabajo, e incluso uno de los visitantes del museo, que se había atrevido a tocar el sarcófago, perdió un hijo al día siguiente de la visita. A raíz de estos fatídicos acontecimientos, decidieron esconder el sarcófago en el más profundo de los sótanos del museo, pero los extraños sucesos no se detuvieron. Uno de los conservadores murió y su ayudante cayó muy enfermo.
La prensa comenzó a hacerse eco de todas estas historias y de la maldición de la momia, por entonces en boca de todos. Un periódico envió a un fotógrafo a hacer un reportaje y cuando reveló las fotos, pudo ver en ellas una horrible aparición fantasmal que le miraba fijamente. Luego, se fue a casa y se suicidó, pegándose un tiro…
Finalmente, el Museo Británico decidió desprenderse de la “Princesa”. Un coleccionista la compró y, tras la clásica cadena de muertes y desgracias, la encerró de nuevo en su casa. Una experta psíquica, madame Blavatsky, cuando la vio y analizó, se aterrorizó al descubrir la maldad que encerraba. Descartó la idea del exorcismo y suplicó a su propietario que se deshiciera de ella con urgencia. ¿Pero quién, en toda Inglaterra, iba a querer comprar una momia maldita?
Nadie ….aunque dicen que fue comprada por un arqueólogo americano que achacó las desgracias a una cadena de casualidades. Prepararon la momia para viajar a Nueva York y la subieron a bordo del Titanic. Muchos pensaron que la espantosa tragedia fue provocada por la terrible maldición, aunque nunca este hecho pudo ser demostrado. Lo que resulta extraño era que la momia no fue depositada en las bodegas, que era lo habitual, sino que fue colocada detrás justamente del puente de mando, muy cerca del capitán.
En la desventurada madrugada del 15 de abril de 1912, el espectacular Titanic chocó contra un iceberg al sur de Terranova, en esas aguas del Atlántico que tan bien conocía su capitán. Pudieron esquivar el choque frontal, pero el barco quedó herido de muerte en su lado de estribor, bajo la línea de flotación, causando la inundación de cinco de sus mamparos.
Sobre el naufragio se han escrito cantidad de artículos y ha inspirado multitud de libros, películas, series y documentales. También se le han achacado toda clase de supersticiones y hechos sorprendentes. En el Titanic embarcaron 2.223 personas de las que 1.514 perdieron la vida. Un 75% de los fallecidos en el naufragio viajaban en tercera clase, en la parte más recóndita del barco, por lo que tuvieron mayor dificultad para acceder a los botes salvavidas.
El barco tardó en hundirse dos horas y 40 minutos. Sólo llevaba 20 botes salvavidas, aunque tenía capacidad para 64. En cada bote podían subir hasta 65 personas, aunque sólo 16 botes lograron salvar la vida de cientos de pasajeros y tripulantes, sin ser siquiera llenados al máximo de su capacidad. Las víctimas murieron ahogadas o por hipotermia, el agua estaba a -2ºC. El transatlántico Carpathia, horas más tarde, logró rescatar a 710 supervivientes.
El director general de la compañía Naviera White Star Line, Bruce Ismay, fue considerado por la prensa estadounidense y británica uno de los mayores cobardes de la historia, por abandonar el barco cuando aún quedaban a bordo muchas mujeres y niños.
En 1985, un equipo dirigido por Robert Ballard, oceanógrafo estadounidense, descubrió el cadáver del Titanic, sumergido a unos 3.800 metros de profundidad en aguas internacionales. Ningún Estado puede reivindicar su jurisdicción, por lo que está bajo la protección de la Unesco.
Actualmente, la compañía Blue Star Line, empeñada en revivir el Titanic, está construyendo una réplica en China exacta al mítico barco. Estará mejorado en su parte técnica, pero el resto de su aspecto e interior se realizará a imagen y semejanza del legendario transatlántico, un nuevo reto que desafiará la historia.
8 noviembre, 2018
Ana María Pantoja Blanco
(Información y fotografías tomadas de la red)
Gracias, Ana, por este relato. No conocía la historia de la momia. Cuantos ríos de tinta hace correr aún el Titanic. Bonitas fotos también.
Sí, tienes razón. Aunque haya pasado el tiempo, su fascinante historia no deja nunca de sorprendernos.
Yo tampoco conocía la historia de la “princesa”, y no sé si será cierta, pero mi fascinación por las momias dejó de existir hace mucho tiempo. Cuando era niña en la catedral (o una Iglesia importante) de Toledo había unas y todo mi empeño era verlas. Tengo un recuerdo algo borroso, pero ni urnas ni nada. Estaban en un baúl requeteviejo que se abría con una aldaba. Y lo hice. Y las vi. Y se me quitaron las ganas de momias para siempre. Y de Halloween, y de zombis, y de cualquier cosa con ese aspecto. Nunca más. Ahora no me gustan ni las egipcias. No puedo mirarlas con tranquilidad 😱😱
Y, por cierto, ni con pasaje de primera y regalado haría yo el viaje del Titanic-2. Hay cosas que es mejor dejarlas como están 😉
Yo también las vi en Egipto, en el museo de El Cairo, y quedé muy impresionada. A mi tampoco me seduce viajar en el Titanic-2, para mí sólo hubo uno, desaparecería toda su magia. Lo he contado como curiosidad…
Qué interesante y qué bien escrito. Y, cierto es qué todo lo relativo al Titanic nunca nos deja de sorprender.
Muchas gracias amiga.
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