Diez eran diez las hijas de Elena, ¡ah no, que eran tres!
Y las virtudes teologales también eran tres.
Los pecados capitales en cambio eran siete, como los colores de arco iris.
Y los discípulos de Jesús… ¿Cuántos eran? Doce, ¿verdad?
Sin embargo, yo voy a explicar diez motivos por los que ya no quiero seguir intentándolo:
1) Odio que nunca te hayas detenido conmigo a escuchar cómo germinan las semillas bajo la tierra aparentemente estéril.
2) Cuando, después de remover el café se me cae una cucharilla al suelo tu no te inmutas, disfrutas de la imperturbabilidad de un monje budista después de haberse sumergido en el Ganges, y no me gusta.
3) Nunca te enteras cuando me compro algo nuevo. Por un lado es una ventaja, porque siempre te puedo decir que lo tengo desde hace tres años, pero a veces me gustaría que me miraras y te dieras cuenta de ese tipo de cosas.
4) Jamás quisiste ir a un concierto de Godspell conmigo. Cuando pasábamos por aquella puerta metálica modelo garaje, o almacén y detrás de ella se oían las palmas, las trompetas y los ¡aleluya! yo ralentizaba el paso, a ver si pensabas que podíamos entrar a echar un ojo, pero no cambiaba ese gesto tuyo desabrido, malhumorado, impaciente, y pasábamos de largo.
5) Siempre son las mujeres de tus amigos las “guapas» las “alegres», no se te ocurre reírte de mis gracias. Al contrario, tu cara de funeral apaga cualquier vestigio de alegría de mi conversación y me hace sentirme sosa y sin sentido.
6) Me cuesta aceptar que siempre te negaras a caminar conmigo por el parque cuando comienza a llover.
7) Odio cuando me miras con esos ojos póstumos y acuáticos.
8) Y tu eterna incomprensión cuando yo me sentaba a descansar en las cajas cerradas recién subidas del trastero. Tu querías terminar ya, pero no era eso, era la expectación, la anticipación.
9) Jamás te acuerdas de nuestro aniversario. Y cuando yo te insinúo, sutilmente eso sí, que se acerca una fecha importante para nosotros, con cara de despiste, o de desinterés, dices: ”ah ¿sí?, de verdad no se me ocurre nada, ¿de qué se trata?”. Y no es algo reciente, ¡qué va! Ya en nuestro primer aniversario me dijiste que te ibas a tomar una copa con la gente del trabajo, que no te esperara despierta, qué ya llegarías. Imbécil, ¿tanto te cuesta apuntarlo en las alarmas del móvil? Claro que yo, este año como todos los anteriores, cuando se acerca el 10 de mayo, me voy a la peluquería y me compro algo que me guste. Este año me vas a regalar un monedero monísimo de Bimba y Lola. Y como yo soy así, a ti te aparecerá un jersey nuevo en el armario.
10) Es muy difícil sonreírte cuando sé que mi mirada no te roza. Al contrario, casi te diría que me produce la sensación de ser una fuerza magnética repulsiva.
11) Me parece que mi vida junto a ti es como la afinación perpetua de un instrumento. Solo que el afinador eres tú y yo el instrumento.
12) Nunca me acompañas en mis pesadillas de arañas palpitantes, rocas afiladas y naturalezas difusas, o cuando te propongo ir a buscar orquídeas de los pantanos entre los pedestales vacíos de estatuas
Y ¿he llegado a la decimosegunda? No era la idea. Yo quería limitarme a diez.
2 diciembre, 2022
Mar Celada
Gracias Mar, por compartir tu trabajo al que, por supuesto, le pongo un DIEZ.
Cuando se empiezan a citar las cosas que nos van separando de las personas con las que convivimos, es verdad, el diez se nos puede quedar muy corto. Son múltiples las razones que, si no se solucionan, pueden encaminarnos a la separación y al desamor, porque no hay relaciones perfectas, sólo hay parejas que nunca se rinden.
Gracias de nuevo Mar y un abrazo grande.
Gracias Mar, la verdad es que es muy real, y es terrible ver como el amor más apasionado se puede convertir en pura rutina, desidia y desesperanza.
La única forma de combatir ese hartazgo es la de no rendirse jamás y cuidar la relación para que todo esto no ocurra. Hay momentos y momentos, pero sí ha existido amor, la llama está ahí, no podemos dejar que se apague.
Muy bueno, gracias por compartir 👍