Toda una vida de trabajo y sacrificio, una entrega completa hacia los hijos,
con muchas privaciones reiteradas para que a ellos no les faltase nada.
Cuánta renuncia para pagarles los estudios que no pudisteis hacer,
para que tuvieran una sólida formación que a ellos les permitiera progresar, mientras vosotros,
cansados y agotados, vivíais sólo y gracias a la ilusión futura de verlos prosperar.
Tanto amor y cariño invertidos en ellos desde que llegaron al nacer,
hasta que con el tiempo y las vivencias los visteis crecer.
Enseñándoles a volar para que seguros pudieran abandonar el nido y,
ahora os preguntáis, dónde está tanto amor y cariño invertido.
Porque no lo encontráis, acaso por desgracia no sabéis dónde lo habéis perdido.
Ahora les falta tiempo para haceros felices y se os niega hasta la vehemencia en las palabras,
no os quejéis tanto que no podemos hacer nada.
Os precipitabais a socorrerles y ellos no tienen paciencia,
qué pesadez ir a ver a los mayores con tantas nostalgias de ausencias.
Bueno, estáis vivos y relativamente sanos, aunque con un millón de achaques.
Ese es vuestro único consuelo.
Aunque andáis muy despacio, con la lentitud de los que cargan con toda la historia de su infancia,
su juventud y su madurez… ¡Eso sí es una gran pesadez!
Permítenos, Señor, que lleguemos juntos al final del camino,
para cuidarnos mutuamente porque, la verdad, estamos desolados
y no podemos esperar nada de ellos, sólo lo imprescindible.
Esa es vuestra oración cotidiana, frecuente e implorada cada mañana.
Pensáis que hicisteis una mala inversión que no os ha rentado nada.
Es muy triste, muy triste, que al final del viaje vuestro equipaje esté tan lleno de desengaños y decepciones,
ellos no pidieron venir al mundo y menos a cuidarnos, argumento manido que no nos explicamos.
Perdónanos, Señor, no tenemos ningún derecho a quejarnos porque estamos juntos, a otros no les queda ni la decepción,
pues no tienen a nadie, sólo les queda el intenso frío de una tremenda soledad.
Se confortan pensando que el Señor está con ellos y nunca les va a abandonar.
Perdónanos, Señor, por perder la esperanza y por desconfiar.
Más déjanos pedirte con una gran humildad, que nos reserves la gloria de poder estar juntos en nuestra eternidad.
10 noviembre, 2023
Ana María Pantoja Blanco
Y ya se sabe… “se conoce a la pareja en el divorcio, los hermanos en la herencia, los hijos en la vejez y los amigos en tiempos difíciles” (dicho popular).
Conmovedor, da un poco de vértigo pensar en el final estando solo. Yo creo que la mayor tristeza es la soledad cuando no es elegida.
Triste, como es muchas veces la misma vida.