Fantasía en azul

Perdonadme que os hable antes de un tema poco atractivo, de lo que familiarmente conocemos como basura, que no es más que el conjunto de los desechos provenientes de las actividades humanas.

Su destino habitual son los vertederos, habilitados para que esos restos sean correctamente tratados con el fin de evitar problemas medioambientales y sanitarios.

Estos residuos proceden de hogares, industrias, hospitales, comercios, etc., y hasta existe la basura espacial, no me voy a meter a describirlos pues más o menos todos los conocemos.

El consumismo incrementa la cantidad de basura que en fechas de celebraciones como la Navidad puede llegar a triplicarse. La educación ambiental es indispensable para persuadir a la gente e inducirla a colaborar en la recogida selectiva con objeto de reciclar, reutilizar y reducir la basura para resolver el problema de su desintegración. Reintegrar los residuos al ciclo productivo es vital y canalizar adecuadamente los que no puedan ser integrados a una solución que no suponga riesgo para la salud, es fundamental.

Muchas personas del tercer mundo viven de la basura y muchos artistas incluso realizan originalidades con los elementos de desecho que utilizan para crear sus obras.

En barrios pobres las basuras suelen ser como sus habitantes, pero en zonas donde viven ciudadanos de mayor poder adquisitivo, es más fácil encontrar algún tesoro escondido.

Me gustan los programas en los que habilidosos sujetos reciclan muebles y enseres viejos, capacitándolos para una segunda vida.

Eso se propuso hacer la protagonista de nuestra historia. Julia, una mujer que en ese momento de su vida se sentía como anclada, sola y aburrida. Viuda desde hacía algunos años, tenía un hijo con el que apenas hablaba y al que casi no veía, ya que vivía en Canadá con su mujer y su hija, y estaba muy entregado a su trabajo.

Bueno, os cuento, Julia bajó a la calle a depositar la basura como de costumbre y, junto al contenedor donde iba a tirarla, encontró un imponente sillón. El mueble estaba muy deteriorado, pero incomprensiblemente llamó poderosamente su atención. Lo revisó detenidamente y notó algo, parecía querer pedirle que lo rescatara y lo llevara a su casa para restaurarlo.

Lo arrastró y vio que pesaba lo suyo, la madera que lo conformaba parecía buena y maciza. En ese momento, encontró a otro vecino que bajaba a realizar la misma tarea y le pidió que la ayudará a subir el pesado mueble a su casa. No entendía mucho de modas ni diseños, pero parecía un butacón estilo victoriano. La tapicería era preciosa y original, pero estaba totalmente desbaratada, por lo que no era aprovechable. Pero Julia se había empeñado en revivir aquel sillón, para ello tuvo que tragarse unos cuantos videos instructivos que le enseñaron lo que tenía que hacer y, también, a comprar todo lo necesario.

Días después, cuando contaba con todos los materiales indicados, empezó con la ardua tarea. Primero, comenzó a desmontar toda la tapicería, laborioso trabajo que le costó lo suyo pues estaba firmemente fijada con numerosos remaches concienzudamente clavados. Y, vaya sorpresa que se llevó, en una de las junturas del sillón apareció una sortija. Era preciosa, bien podía ser de oro con un exquisito zafiro finamente engarzado. La frotó con sumo cuidado y se la probó, le quedaba perfecta. El bonito e inesperado regalo le encantó y fue un estímulo más que le animaba a seguir con su delicada labor.

La madera del sillón estaba en muy buen estado, tenía unas delicadas y minúsculas incrustaciones florales que con un poco de limpieza y una buena capa de barniz dejaría como nueva.

Sentía como que algo sobrenatural la estuviera ayudando, porque se le estaba dando genial la tarea. Con gran paciencia había procedido a desnudar el butacón y reconstruir todo el relleno del armazón que era fuerte y robusto, lo que probaba la gran calidad del mueble, seguramente hecho a mano.

Le quedó perfecto, el resultado fue aún mejor de lo que hubiera esperado, se ve que había asimilado bien todo lo que había aprendido. Ahora, tenía que proceder a lo más difícil, vestir el sillón con la preciosa tela que había comprado. Era muy adecuada, de un suave tono azul con sutiles relieves florales. Hizo los patrones marcando bien las líneas como le habían indicado y, con la eficaz grapadora que había comprado empezó a encajar los cortes, asentando las piezas con alfileres e hilvanando luego el contorno para dejar el tejido bien tenso y estirado. Luego, disimuló las juntas con un precioso cordón plateado que combinaba con todo a la perfección.

En unos pocos días, con paciencia y sumo cuidado, había conseguido cumplir el objetivo de dar al sillón una segunda vida. Estaba muy orgullosa porque la butaca había quedado estupenda, le encantaba y la iba a utilizar mucho.

Se sentó a disfrutarla, satisfecha por el magnífico trabajo realizado y, acariciando el anillo encontrado, se quedó profundamente dormida.

Un beso suave, como una dulce acaricia, la despertó. Desconcertada miró al hombre que la había besado y no le reconoció, pero sentía que le adoraba. Era un joven muy atractivo y se dejó llevar, quería disfrutar ese momento, era un sueño tan hermoso.

Cariño, -le dijo él-, tienes que arreglarte, ya sabes que hoy es el gran día, el baile de presentación del compromiso de nuestros amigos y tienes que ponerte muy guapa. Anda, veo que llevas el anillo que te regalé, lo has encontrado, me alegro mucho.

Julia, conducida por un impulso sobrenatural se dirigió al dormitorio donde lo tenía todo preparado: vestido, calzado, joyas y complementos. En el vestidor la estaba esperando una agradable muchacha dispuesta a ayudarla a vestirse, peinarse y a retocar su maquillaje. Al mirarse al espejo no se reconoció, se había transformado en una joven muy hermosa y estaba espectacular con un maravilloso vestido azul que hacía juego con el zafiro de su alianza… ¡qué sueño tan emocionante estaba viviendo!

La velada fue magnífica, el baile majestuoso y su pareja parecía adorarla. Volvieron tarde a casa, pero él no renunció a hacerle el amor, y vaya si lo hizo, como nadie se lo había hecho jamás. Julia sintió una intensa pasión, una satisfacción desconocida, una inmensa felicidad que jamás había experimentado.

No buscaba explicaciones a lo que le estaba sucediendo, eso le daba igual, pues sólo quería no despertar nunca de ese maravilloso sueño. Ahora lo único que deseaba era vivir intensamente esa segunda vida que el precioso sillón, que ella había salvado, le había regalado.

21 noviembre, 2021
Ana María Pantoja Blanc
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