Alegoría a un hogar…

¿Te acuerdas cuándo vinimos aquí a vivir?…
Las maletas llenas de ilusiones
y los bolsillos limpios.

Unas pocas cosas para ir empezando…
Algunos enseres necesarios y básicos,
lo imprescindible que pudimos ir comprando.

Una hermosa puerta nos servía de mesa
encima de una caja de madera,
apetito voraz de todos los sentidos.

El amor llenaba las esquinas vacías
de nuestro humilde nido.
Nos faltaba de todo y no faltaba nada.

El amor rebosaba por las ventanas claras,
no teníamos cortinas, el sol nos despertaba.

Y en la noche, cuando salía la luna que nos arrullaba,
derrochando su intensa luz azul que nos iluminaba,
soñábamos despiertos planeando nuestro hermoso mañana.

Con los años, fuimos llenando los huecos
y la estancia con risas de niños…
¡Cada rincón está tan lleno de recuerdos!

Con ternura y cariño forjamos nuestro hogar,
cada objeto nuestro guarda un instante mágico,
son memoria imborrable que no quiero olvidar.

Que siga el sol iluminando, siempre, todas nuestras mañanas
en el refugio soñado que habitamos,
esperando paciente el descanso en tus brazos anhelado.

Morada encantada por nuestras vivencias
que recoge nuestra historia en sus paredes,
leyenda de un amor fuerte y sin redes.

Y, no me canso de darle a Dios las gracias,
por mi casa, mi paz, mi reposo del alma.

10 marzo, 2023
Ana María Pantoja Blanco

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