Ella me cambió el rumbo y estoy naufragando en esta vida.
¿A quién me puedo quejar yo, sí soy una barquilla a la deriva?
Los remos son como guadañas de la muerte,
no son herramientas de labranza.
Mi vida no tiene la insistencia de vivir,
me falta el valor para existir,
prefiero morirme poco a poco.
Llamo a la muerte y no me escucha,
no creo en lo escrito ni en el destino.
En mi carne no siento el duro frío del invierno,
tampoco siento la sed de la arena del desierto.
Cojo las brasas con las manos,
no siento las quemaduras ni por fuera ni por dentro.
Cuando la niebla es espesa como una cortina negra,
yo veo la perfección de lo imperfecto.
Cuando llueve el agua a torrenciales,
yo no me mojo, estoy seco.
No duermo nunca, ni en mi cama ni en barbecho.
No siento nunca hambre, ni de comida ni de deseo.
Si me cortara las venas con cuchillas,
la sangre no manaría de ellas.
Y todavía creo que estoy vivo, ¡seré iluso!…
Sí, verdaderamente, estoy completamente muerto.
Rafael Pantoja Antúnez
Sobrecogedor de principio a fin.
Sí amigo, encoge el corazón. Un saludo y gracias por comentar.
Increíble. Muy profundo. Una vida buscando el rumbo y la ansiedad de amar y vivir. Precioso nunca lo había leido. Mi padre era igual o mejor que cualquier literato de cualquier epoca. Muchas gracias Ana por publicarlo
Es verdad Beli, qué profundos sentimientos afloran de ese poema y que gran sensibilidad tenía papá al expresarlos. Gracias hermanita, te quiero mucho.
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Después de tantos años le siento.
Hoy he puesto su nombre y apellidos en Google y me han salido sus escritos.
Qué suerte he tenido.
Muchos besos Ana María.
Querido Manuel, tus palabras me han emocionado, fueron muchos los años de amistad que os unían. Un fuerte abrazo.