La Pepa no tiene a nadie.
La Pepa es una señora que no le hace falta nadie.
La Pepa puso bandera con su cante y con su baile.
Marineros tatuados la colmaban de regalos:
peluconas de oro puro, gargantillas de corales,
de corales encendidos como el color de sus labios.
Ni capitanes de barcos, ni marinos, ni grumetes…
Nunca hablaron de La Pepa si no fuera pa decir
que era una mujer decente.
En el café La Sirena, cuando La Pepa cantaba,
tan sólo allí se escuchaban las dos guitarras flamencas
que a La Pepa acompañaban.
Parece que la estoy viendo…
Su bata de cola blanca y su mantón de Manila,
negro y con bordados de espigas, amapolas
y rosas desparramadas.
Un roete en to lo alto, con la peineta de nácar,
peineta de nácar blanco.
To er mundo estaba en silencio cuando La Pepa cantaba.
De la noche a la mañana, en el café La Sirena
las dos guitarras flamencas tocaban por seguiriyas…
Ya La Pepa no cantaba.
La luna de madrugada fue testigo de la muerte
de La Pepa cantaora.
Una navaja cobarde, La Pepa estaba en su cama.
El asesino traidor debió entrar por la ventana.
La Pepa fue sorprendida en sueño de madrugada.
Quiso defender su honra, ya no hablaba, no cantaba.
Como el cobarde traidor no culminó la agresión
que él en su mente llevaba,
le dio cuatro puñaladas, las cuatro en el corazón.
En su camisón de batista rosa con entrecintas de malva,
cuatro rosas encarnadas se quedaron repujadas.
La sangre de cuchilladas, las que a La Pepa mataron,
están pidiendo venganza.
Este crimen canallesco tan sólo tiene un testigo,
la luna de madrugada.
Rafael Pantoja Antúnez
(Los retratos son obras del pintor sevillano Diego López García)
Increíble poema pintoresco, parece que oyes cantar a la Pepa y con un final de Ágata Christy, se queda uno pensando…¿quien la mató y por qué? Con el único testigo la luna.
Así es, un romance trágico, maravillosamente descrito, con la complicidad de la luna. Gracias Beli, un beso grande.