¿Sabes que es una fábula?… es un relato o composición literaria en prosa o en verso que proporciona una enseñanza o consejo moral, lo que denominamos moraleja. En nuestro caso, la fábula de La cigarra y la hormiga, nos habla del valor del esfuerzo, el trabajo y la planificación. Tenemos que organizar nuestro tiempo y dedicar una parte al estudio, otra al trabajo y otra a la diversión, para poder conseguir nuestros objetivos en la vida.
Esta fábula fue creada en un primer momento por Esopo, un fabulista de la antigua Grecia (621 a.C.–565 a.C.)
(Esopo, pintura de Velázquez)
y recreada posteriormente por Jean La Fontaine y Félix María de Samaniego.
La cigarra y la hormiga, de Jean de La Fontaine
Un caluroso verano, una cigarra cantaba sin parar debajo de un árbol. No tenía ganas de trabajar; sólo quería disfrutar de sol y cantar, cantar y cantar.
Un día pasó por allí una hormiga que llevaba a cuestas un grano de trigo muy grande. La cigarra se burló de ella:
-¿Adónde vas con tanto peso? ¡Con el buen día que hace, con tanto calor! Se está mucho mejor aquí, a la sombra, cantando y jugando. Estás haciendo el tonto, ji, ji, ji se rió la cigarra -. No sabes divertirte…
La hormiga no hizo caso y siguió su camino silenciosa y fatigada; pasó todo el verano trabajando y almacenando provisiones para el invierno. Cada vez que veía a la cigarra, ésta se reía y le cantaba alguna canción burlona:
-¡Qué risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qué risa me dan las hormigas porque no pueden jugar! Así pasó el verano y llegó el frío.
La hormiga se metió en su hormiguero calentita, con comida suficiente para pasar todo el invierno, y se dedicó a jugar y estar tranquila.
Sin embargo, la cigarra se encontró sin casa y sin comida. No tenía nada para comer y estaba helada de frío. Entonces, se acordó de la hormiga y fue a llamar a su puerta.
Señora hormiga, como sé que en tu granero hay provisiones de sobra, vengo a pedirte que me prestes algo para que pueda vivir este invierno. Ya te lo devolveré cuando me sea posible.
La hormiga escondió las llaves de su granero y respondió enfadada:
-¿Crees que voy a prestarte lo que me costó ganar con un trabajo inmenso? ¿Qué has hecho, holgazana, durante el verano?
– Ya lo sabes – respondió apenada la cigarra -, a todo el que pasaba, yo le cantaba alegremente sin parar un momento.
– Pues ahora, yo como tú puedo cantar: ¡Qué risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qué risa me dan las hormigas porque no pueden jugar!
Y dicho esto, le cerró la puerta a la cigarra.
A partir de entonces, la cigarra aprendió a no reírse de nadie y a trabajar un poquito más.
Adaptación de la fábula de Jean La Fontaine (1621–1695) fabulista, poeta y escritor francés.
La cigarra y la hormiga, versión en verso de Félix María de Samaniego
Cantando la Cigarra pasó el verano entero,
sin hacer provisiones allá para el invierno;
Los fríos la obligaron a guardar el silencio
y a acogerse al abrigo de su estrecho aposento.
Viose desproveída del preciso sustento:
sin mosca, sin gusano, sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga allí tabique en medio,
y con mil expresiones de atención y respeto
le dijo: «Doña Hormiga, pues que en vuestro granero
sobran las provisiones para vuestro alimento,
prestad alguna cosa con que viva este invierno.
Esta triste Cigarra, que alegre en otro tiempo,
nunca conoció el daño, nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme; que fielmente prometo
pagaros con ganancias, por el nombre que tengo».
La codiciosa Hormiga respondió con denuedo,
ocultando a la espalda las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano con un trabajo inmenso!
dime, pues, holgazana, ¿qué has hecho en el buen tiempo?».
«Yo, dijo la Cigarra, a todo pasajero
cantaba alegremente, sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como, baila, pese a tu cuerpo».
Félix María de Samaniego (1745-1801), escritor y fabulista español.
No sabes la cantidad de cigarras que me encuentro cada día en el camino sin que se apliquen el cuento!