(Hoy se cumplen quince años del triste suceso…
a los que un día cogieron ese último tren, no os olvidaremos)
La muerte subió al tren con destino a Madrid vestida de terror.
Transformaba a su paso, pacíficas terminales de estación,
en dantescos escenarios de barbarie y horror.
Su perversidad se infiltró en los vagones…
circulaban repletos de infortunados estudiantes y de humildes obreros
que amanecieron ese día para hallar la terrible tragedia.
Tragedia que acechaba, perversa y contenida, al final del trayecto.
Caras desfiguradas, cuerpos despedazados,
tímpanos reventados y miembros amputados…,
todos quedaron esparcidos por el atroz infierno improvisado.
El pánico instalado en las miradas,
insoportable es el olor a carne achicharrada.
Hedor a muerte, aire contaminado por plásticos quemados
y hierros retorcidos. Un sepulcral silencio es lo que queda,
inseparablemente unido a un dolor inhumano y a un feroz desaliento.
Es para enloquecer de la impotencia por tan violento crimen,
la rabia y desesperación nos aniquila el ánimo.
Miles de ciudadanos acuden al instante, el sentimiento vence al
miedo, la solidaridad socorre en la brutal masacre.
Entre inquietantes luces y sirenas, descomunal e indescriptible,
la inmensa magnitud del salvaje atentado.
Transita la sangre como un río desbocado, brotando a borbotones,
derramándose a chorros de los cuerpos cruelmente mutilados.
Se forman largas colas de personas ansiosas para donar su flujo,
un abundante cauce de plasma inagotable intenta salvar vidas…
Frágiles vidas que escapan silenciosas resbalando sin tregua
por las graves, atroces y profundas heridas.
Cadáveres negros enfundados se reparten por andenes y vías,
incansables sus móviles sonando sin pausa ni descanso.
Desesperadas súplicas de sus seres queridos buscando alivio en la
certeza, pero no existe más certeza que la muerte.
Madrid entero llora desconsoladamente…
Su cielo se desgarra vertiendo lágrimas de dolor que empapan
la simiente de la noble esperanza, que tanto necesita,
para vencer el ansia incontenible de venganza.
España entera llora y grita reclamando la paz…
El mundo observa cómo la gente desolada prende velas
y acuden con respeto a depositar sus flores y poemas.
Ahora sólo nos queda el orgullo de ser español,
yo me bajo en Madrid de ese vagón…
Marzo, 2004
Ana María Pantoja Blanco
Este poema no lo escribí con tinta, lo escribí con lágrimas…
Fue uno de los días más tristes de mi vida.
Es muy triste tu poema, pero desgraciadamente así fue.
✝️ Que nunca más vuelva a ocurrir semejante locura y barbarie! 💐💐💐
Al leerlo lo he revivido y me he emocionado, es un tremendo y fiel relato de lo que sucedió. Ojalá que nunca se vuelvan a repetir atrocidades como ésta, que no debemos de olvidar por respeto a las víctimas.
Es un relato excepcional, no he leído a nadie que lo haya descrito mejor y con tanto sentimiento.
Aunque han pasado 17 años, no lo hemos podido olvidar 🌹
Triste desastre y asesinato fue, es y siempre lo será, quizás aún más por la desidia o interés en él conocimiento de quien lo ordenó, y quien amparó el oscurantismo que aún rodea a posiblemente el día más triste de Madrid y España. ….¿donde están los vagones de la muerte?….Hoy 19 años después nada nuevo sabemos.
Tu relato no puede ser más emotivo y tierno, en el momento que lo pariste y hoy también.
Besos amiga.
Mil gracias Daniel. Este poema me salió del corazón y fue a parar a la estación de Atocha junto con mi solidaridad y mi respeto. Aún ahora, cuando lo releo, no puedo evitar emocionarme. Una terrible y dolorosa tragedia que nunca deberíamos olvidar. Un abrazo amigo.